Uno de los momentos más tristes de nuestras vidas llega cuando se cierra para siempre la puerta de *la casa de los abuelos* , y es que, al cerrarse esa puerta, damos por finalizados los encuentros con todos los miembros de la familia, que en ocasiones especiales cuando se juntan, enaltecen los apellidos, como si de una familia real se tratase, y llevados siempre por el amor a los abuelos, cual bandera.
Cuando cerramos *la casa de los abuelos* , damos por terminado las tardes de alegría con tíos, primos, nietos, sobrinos, padres, hermanos, e incluso, novios pasajeros que se enamoran del ambiente que allí se respira.
Ni siquiera hace falta salir a la calle, estar en *la casa de los abuelos* es lo que toda la familia necesitaba para ser feliz. Los reencuentros en navidad, regados con el olor a pintura fresca cual incienso, con música de fondo, las tertulias, que cada año que llegan piensas si será la última vez. Cuesta aceptar que esto tenga fecha límite, que algún día todo estará cubierto de polvo y las risas serán un recuerdo ido de tal vez tiempos mejores.